jueves, 4 de septiembre de 2008

LA FIESTA DE LA CRUZ DESDE 1896

DESDE 1896 LA CARRASCA CELEBRA EL DÍA DE LA CRUZ.


La festividad de la Santa Cruz es muy común en todos los países católicos. Su origen se remonta a La Invención de la Santa Cruz. En España aparece en todos los calendarios y fuentes litúrgicas mozárabes, poniéndola en relación con el relato del hallazgo en Jerusalén por Santa Elena, madre del emperador Constantino, de la auténtica Cruz de Cristo, hecho posterior a la visión en el cielo de la brillante Cruz de Cristo con las palabras, IN HOC SIGNO VINCIS (“Con esta señal vencerás”), convirtiéndose al cristianismo tanto él como al imperio.
Dejando de un lado las leyendas y centrándonos en su vertiente popular, afirmaré que el Día de la Cruz está muy extendido en España, existiendo unos elementos comunes en todos los sitios: el centro de la fiesta es una cruz a tamaño natural o reducido, que se adorna con flores y plantas, cintas de colores y adornos elaborados. A su alrededor se practican bailes típicos, se realizan juegos y se entonan coplas. A veces hay procesiones sagradas o profanas.
Para establecer el origen de estas celebraciones populares hay que referirse necesariamente a una serie de fiestas paganas que se celebran desde antiguo en el mes de Mayo. En efecto el mes de Mayo es el mes del esplendor de la vegetación y por consiguiente la fiesta en la que se da culto a esta explosión de la naturaleza. Tiene su muestra palpable en “La Maya” alegoría personificada en una niña de doce años vestida de blanco y coronada de flores alrededor de la cual se organizan ofrendas florales y bailes. También nos encontramos con “El Mayo” árbol, generalmente un olmo desmochado, que se coloca en la plaza y se adorna con flores convirtiéndose en el centro de la celebración festiva.
Podemos relacionar perfectamente estas celebraciones paganas cuyos orígenes se pierden en la más remota antigüedad y cuyo sentido es la adoración del árbol y la exaltación de la naturaleza con el empeño de las jerarquías cristianas de eliminar estas antiguas prácticas, sustituyendo estas fiestas naturalistas en torno al árbol-mayo por la cruz-mayo, conservando casi intactos parte de los demás elementos.
La fiesta de la Santa Cruz en La Carrasca se celebra desde 1896, siendo la más antigua de la Encomienda de Bíboras, anticipándose a la festividad de S. José en siete años (por lo tanto en estas pasadas fiestas del mes de marzo ha cumplido un siglo).
Hoy también quiero recordar aquellas Fiestas de la Santa Cruz de los años 60. Todo empezaba en la semana anterior a su celebración, cuando algunos hermanos se disponían a preparar, tanto el escenario para la orquesta, como la pista y el entoldado.
Se daba inicio a la operación ahoyando el suelo de la “Era” para colocar la primitiva pista de madera y que estaba compuesta por una valla de paños de unos dos metros de longitud, por un metro y medio de altura. Estos paños se unían unos a otros con tuercas formando un cuadrilátero de aproximadamente unos 200 metros cuadrados. De tramo a tramo se fijaba al suelo hincando el trozo de madera que sobresalía en cada uno de sus extremos, a la vez que se sujetaba a los postes de madera que se iban clavando en el suelo. con unas barrenas que se tenían para tal efecto. En el centro también se colocaba el palo mayor, que daba corriente a los demás toldos, por si un caso llovía.
El principal adorno y aderezo era la retama florecida que iba formando los arcos de la entrada al recinto festivo, los arcos de entrada a la pista y el decorado principal del tabladillo entoldado que formaba el escenario.
Las guirnaldas de papel de colores y las banderitas también decoraban, tanto la calle Real como la pista del baile.
Aquella hornacina que se construyó en la parte este de la “Era”, como se denominaba por entonces a la actual plaza de Manuel Carrasco, y que se conocía como el “Nicho” y en cuyo interior bastante reducido, nos introducíamos cuando éramos pequeños. Por entonces se adornaba con rosas, claveles, celindos y lilas "La Cruz", que presidía la fiesta y que era la que se colocaba dentro del referido nicho de piedra y yeso en la parte superior derecha, según miramos hacia la calle Ancha.
Las actividades lúdicas más señeras y tradicionales era los juegos populares festivos: la cucaña, las piñatas de botijos, las carreras de sacos y de cintas bordadas y diversos concursos de habilidad y destreza, en la que participaban los jóvenes.
Algunas atracciones, de las que por entonces acudían eran: un puesto de turrón, (el de “tiradle a Nicolás...) sobre el que se lanzaban monedas de peseta, una caseta de tiro: con chicles, cigarros, llaveros y bailarinas de plástico, un puestecillo de juguetes, globos y baratijas, un bar de campaña y el heladero con su carrito.
No solía faltar el fotógrafo con su caballito de cartón, del que casi todos guardamos alguna foto.
El silbido y explosión de los cohetes, su rastro de pólvora, el sonido de la orquesta de viento acompañando a la procesión con nuestro Cristo adornado de flores y de hermanos, la verbena nocturna con los pasodobles y concursos de cante y baile y la comida de hermandad con sorteo y nuevo Hermano Mayor a hombros para el próximo año.
Los tiempos van cambiando y poco a poco unos elementos sustituyen a otros. En la actualidad el mundo rural está tocado por la atracción que desde décadas las ciudades ejercen ofreciendo nuevas oportunidades laborales que el campo y las aldeas no pueden satisfacer.
La despoblación amenaza al entorno de nuestra querida Encomienda, al menos sus fiestas son todavía excusa para el encuentro de amigos y familiares.
Teodoro Caño Dorado.

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